martes, 24 de septiembre de 2013

Reflexiones para la Rebelión.

http://fotos.tsncs.com/img/IMAGENES-USUARIO/IMG_1045/7f7a60c3-6506-4717-bbd6-abf77807a826_634153469971489350.jpgRicardo Saenz de Ynestrillas. Los tiempos en que se pusieron de manifiesto las virtudes más altas de las que un hombre es portador –léase Honor, Fidelidad, Compromiso, Patriotismo, Búsqueda de la Justicia Social– ya pasaron porque el subproducto de las sociedades demoliberales y burguesas es este individuo, egoísta, indiferente, insolidario y desleal.

Esto ocurre porque es precisamente en las situaciones de mayor persecución, de máxima represión y de vida más dura donde salen a relucir estas virtudes y la nuestra es una sociedad donde los reprimidos apenas si tienen voz y si se les oye no interesan a nadie. Yo mismo he sido testigo presencial del sentimiento de solidaridad o de hermandad que se despierta en la cárcel. También he leído cientos de hazañas que surgían en tiempos de guerra, de persecución o de represión.

Quizá por ello, si queremos cambiar la deriva abúlica que han tomado las sociedades capitalistas deberemos empezar por intentar cambiar la forma de pensar y, sobre todo, la de ser de quienes constituyen dichas sociedades.
Haciendo un evidente silogismo solo es posible incidir en las condiciones de vida humanas como soporte de las de la vida nacional, es decir, de las naciones, si conseguimos crear el caldo de cultivo adecuado para que cada individuo pueda extraer lo mejor –y lo peor– de sí mismo, a saber: la rebelión. Se me dirá “¿rebelión contra quien? ¿ rebelión por quién? ¿ rebelión con quién?”. Pues bien, rebelión –para empezar– contra nuestro propio individualismo burgués y acomodaticio, rebelión contra todo interés personal por encima del interés general.

Rebelión contra toda conducta que reprima la persistencia de nuestra Nación mediante la regresión a las antiguas tribus, a las divisiones superadas hace siglos. Rebelión contra todo afán disolvente, disgregador, separador o separatista. Rebelión, en suma, contra nuestro propio yo burgués para por elevación, poder plantearla luego en el terreno de lo metafísico, de las ideas, de la Patria, la Justicia o la Religión. Para empezar deberemos ponernos permanentemente a prueba desarrollando lo que otros llamaron “gimnasia revolucionaria” que mantenga en buen tono nuestro soporte físico y mental para afrontar los desafíos, los retos más audaces y arriesgados.

Nuestro pueblo ha demostrado que solo responde al estallido de las bombas y al chasquido de las pistolas, cuando les salpica de cerca la sangre de sus propios familiares. Así es como ETA ha ganado sus batallas y, reconozcámoslo, casi la guerra. 

Si no somos capaces de devolver golpe por golpe y de asumir las consecuencias de nuestros actos, seamos sinceros, plantear la lucha política no pasa de ser una vacua declaración de intenciones para revestir nuestra inane existencia de un carácter místico. Es en este sentido –y no en otro– que presento la gesta “de la reconquista nacional”

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