viernes, 28 de junio de 2013

Nuestro manifiesto político

Un grupo compacto de españoles jóvenes se dispone hoy a intervenir en la acción política de un modo intenso y eficaz. No invocan para ello otros títulos que el de una noble y tenacísima preocupación por las cuestiones vitales que afectan a su país. Y, desde luego, la garantía de que representan la voz de estos tiempos, y de que es la suya una conducta política nacida de cara a las dificultades actuales. Nadie podrá eludir la afirmación de que España atraviesa hoy una crisis política, social y económica, tan honda, que reclama ser afrontada y resuelta con el máximo coraje. Ni pesimismos ni fugas desertoras deben tolerarse ante ella. Todo español que no consiga situarse con la debida grandeza ante los hechos que se avecinan, está obligado a desalojar las primeras líneas y permitir que las ocupen falanges animosas y firmes. 

 La primera gran angustia que se apodera de todo español que adviene a la responsabilidad pública es la de advertir có
mo España –el Estado y el pueblo españoles– vive desde hace casi tres siglos en perpetua fuga de sí misma, desleal para con los peculiarísimos valores a ella adscritos, infiel a la realización de ellos, y, por tanto, en una autonegación suicida, de tal gravedad, que la sitúa en las lindes mismas de la descomposición histórica. Hemos perdido así el pulso universal. Nos hemos desconexionado de los destinos universales, sin capacidad ni denuedo para extirpar las miopías atroces que hasta aquí han presidido todos los conatos de resurgimiento. Hoy estamos en la más propicia coyuntura con que puede soñar pueblo alguno. Y como advertimos que los hombres de la política usual –monárquicos y republicanos–, las agrupaciones que los siguen y los elementos dispersos que hasta aquí han intervenido en las elaboraciones decisivas, no logran desligarse de las mediocres contexturas del viejo Estado, nosotros, al margen de ellos, frente a ellos, más allá que ellos, sin división lateral de derechas e izquierdas, sino de lejanías y de fondos, iniciamos una acción revolucionaria en pro de un Estado de novedad radical. La crisis política y social de España tiene su origen en la crisis de la concepción misma sobre que se articula el Estado vigente. En todas partes se desmorona la eficacia del Estado liberal burgués, que la revolución francesa del siglo XVIII impuso al mundo, y los pueblos se debaten hoy en la gran dificultad de abrir paso a un nuevo Estado, en el que sean posibles todas sus realizaciones valiosas. 

Nosotros nos encaminamos a la acción política con la concreta ambición de proyectar sobre el país las siluetas de ese nuevo Estado. E imponerlo. Una tarea semejante requiere, ante todo, capacidad para desvincularse de los mitos fracasados. Y la voluntad de incorporarnos, como un gran pueblo, a la doble finalidad que caracteriza hoy a las naciones: de un lado, la aportación al espíritu universal de nuestra peculiaridad hispánica, y de otro, la conquista de los resortes técnicos, la movilización de los medios económicos, la victoria sobre intereses materiales y la justicia social. 

La Conquista del Estado. 14 de marzo de 1931.

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